L. B. / Burgos
Isaac Hernando no olvidará la experiencia vivida el pasado mes de agosto. Siempre recordará, asegura con una sonrisa en el rostro, que fue en su primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), en pleno verano madrileño, cuando escucho la llamada del Señor con total claridad, cuando supo que sería sacerdote. Ingresará el próximo año en el seminario, cuenta. Antes, se aplicará para finalizar a tiempo la carrera de maestro de Educación Primaria que cursa en la UBU.
Mientras llega el momento de emprender la senda de la vocación, esa que vislumbraba desde hace tres años, el joven Isaac continuará con su labor de catequista en la parroquia de El Salvador y estará ahí cuando la Diócesis necesite su apoyo, su trabajo o su testimonio, como ayer, sin ir más lejos.
Y es que Isaac era uno de los cientos de feligreses burgaleses que tomaban el Polideportivo Marista para celebrar la fiesta de la fe, un evento que congregó a familias, jóvenes, menos jóvenes, religiosos y laicos de toda la provincia con un objetivo: «Festejar que creemos en Dios y que este es sencillamente nuestro modo de ser y de vivir, que nos aporta felicidad y queremos poner al servicio de los demás». Así lo explica Vivencio Millán, uno de los responsables de la organización de esta cita y, junto a su mujer, responsable de la delegación diocesana de Familia en Burgos.
Millán explicó que la intención era que el recuerdo de la Jornada Mundial de la Juventud, aún reciente, centrara la celebración. «Incluso el lema escogido, Firmes en la fe, está pensado en ese sentido pues evoca el del encuentro con el Papa Benedicto XVI, que era Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe», explica el delegado diocesano de Familia.
Esta edición de la fiesta de la fe, que comenzó a celebrarse hace seis años, consolida la tendencia iniciada el año pasado, cuando coincidió con la despedida de la Cruz de los Jóvenes en El Plantío, reuniendo a distintos colectivos diocesanos. Se abría así a otras delegaciones más allá de la encargada del área de Familia y así se mantendrá en el futuro, «como una declaración conjunta y pública de la Iglesia de Burgos», precisa Vivencio Millán.
Así, imágenes, música y palabras salpicaron una tarde a caballo entre lo festivo y lo testimonial en la que Beatriz, Miguel, Alicia, José Antonio, Yolanda, David y Rosa explicaron su particular vivencia de la JMJ. El músico y escritor Faustino Díez se encargó de poner la banda sonora a un encuentro cargado de emoción que culminó con la entrega de detalles a las familias de acogida y a los voluntarios que hicieron posible que Burgos se volcara con las 2.000 personas de 25 países diferentes pasaron por la ciudad antes de dirigirse a la capital para ver al Pontífice.
El acto finalizó con una acción de gracias y una eucaristía presidida por el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, que animó a los presentes a acudir al próximo Encuentro Internacional de las Familias que tendrá lugar en Milán en 2012.